WrestleMania 41 ya tenía nombres de peso. Tenía historia, tenía títulos en juego, tenía a Roman Reigns, a Seth Rollins, a CM Punk... y, sin embargo, no tenía alma. La esperada triple amenaza entre los tres pilares modernos de WWE prometía sobre el papel, pero no terminaba de conectar como el gran "main event" que cada edición del evento más importante del año necesita. Faltaba algo. Faltaba impacto. Faltaba John Cena.
Y suerte que tenemos su historia de por medio, porque WrestleMania 41 lleva camino de ser una de las de menos impacto emcionional de los últimos años. En diciembre, especulamos mucho sobre lo que veríamos en los eventos estelares de Manía. Que si John Cena contra Gunther, que si Roman Reigns contra The Rock, que si Cody contra The Rock... contra CM Punk. Una serie de carambolas que daban mucho juego, pero que finalmente han derivado en algo realmente insípido.
Este viernes, en Friday Night SmackDown, vimos la primera toma de contacto real entre Roman Reigns, Seth Rollins y CM Punk, y lo cierto es que a la mayoría nos decepcionó. La historia es muy simple: tú me has eliminado a mí, yo te he noqueado a ti. No hay una gran trama detrás de esta historia y WWE ha optado por tirar del carro basándose en el aura que desprenden estas tres superestrellas.
WWE ha apostado fuerte por los nombres, pero ha descuidado el fondo. Porque WrestleMania no es solo un evento de combate; es una narrativa que debe cerrar capítulos, elevar legados y emocionar al espectador. Y esa sensación, la de estar viendo algo grande, simplemente no se percibe cuando el motor de la historia es una simple suma de rencores entre tres grandes que comparten ring, pero no conflicto. El choque entre Reigns, Rollins y Punk suena atractivo en la teoría, pero en la práctica está más cerca de un cruce de caminos que de una colisión épica.
La rivalidad, que debería sentirse como una guerra inevitable, parece más una respuesta improvisada ante la falta de dirección clara. WWE está confiando en que los nombres hagan el trabajo, sin entregar una historia lo suficientemente profunda que respalde la magnitud del combate. CM Punk tiene motivos para estar furioso, Seth Rollins para querer venganza, y Roman Reigns para seguir imponiendo su legado... pero todos esos elementos están sobrevolando, no están conectando. Falta tensión real, falta corazón. Y eso, en WrestleMania, se nota.
WrestleMania necesita más que estrellas: necesita historia, conflicto, redención o traición. Y ahora mismo, solo una rivalidad ofrece eso en su forma más pura: John Cena contra Cody Rhodes. Porque no se trata solo de un combate por un título, sino de un ajuste de cuentas entre dos generaciones, dos filosofías, y dos hombres en el momento más decisivo de sus carreras. Cena ha traicionado no solo a Cody, sino a todo lo que representó durante décadas. Y esa traición es precisamente lo que ha resucitado el interés real en esta edición de WrestleMania.
En un evento que parecía condenado a depender de nombres y no de emociones, John Cena ha devuelto la narrativa, el drama y la imprevisibilidad. Y eso, guste o no, lo convierte en la figura más importante de WrestleMania 41. Porque cuando el alma se estaba perdiendo, fue él quien encendió la chispa. Aunque esta vez, lo haya hecho desde la oscuridad.