Este año, Solowrestling cumple la friolera de 20 años. Quizás para muchos no sea para tanto, pero lo cierto es que llevar el día a día de un proyecto como este durante tanto tiempo, casi sin descanso, es algo fuera de lo común. No quiero que esta serie de artículos sea una demostración de lo duro -o gratificante- que puede llegar a ser comandar Solowrestling, sino más bien una invitación a acompañarme en un viaje cargado de recuerdos, anécdotas y momentos que marcaron cada etapa de esta aventura. Porque Solowrestling no solo ha sido una web, ha sido testigo y parte activa de la evolución del wrestling en España. Es por ello que, a partir de este primer capítulo, comenzamos a desenterrar la historia de un proyecto que, contra todo pronóstico, sigue en pie dos décadas después.
Posiblemente, en algunas fases de esta serie de artículos me deje llevar por lo personal y cuente historias que no estén relacionadas al cien por cien con Solowrestling. Pero creo que muchas de ellas tienen un significado que merece ser contado, porque ayudan a entender mejor la narrativa de los acontecimientos y el contexto que rodeó cada etapa del proyecto. Al fin y al cabo, esta historia también es la mía.
Y es que el inicio no está vinculado estrictamente a Solowrestling, ni si quiera a una web en concreto, aunque sí con el wrestling en general. En el año 1999, Internet comenzaba a dejarse ver en algunos hogares de España. No era lo habitual tener acceso desde casa, pero sí en algunas escuelas, al menos en las de Barcelona, ciudad en la que he estado viviendo toda mi vida.
Tener acceso a la información a nivel mundial -aunque obviamente no con la densidad con la que la tenemos hoy- fue un cambio que solo podemos valorar de verdad quienes lo vivimos en nuestras propias carnes. Pasar de depender de la televisión, de una revista o, en general, del papel para informarte, a poder hacerlo de forma “rápida” desde un ordenador con teclado, fue un giro total. Las peleas que tuvimos con nuestros routers no las tuvieron ni Shawn Michaels contra Bret "The Hitman" Hart. Seguramente, leer esto suene a viejo o redundante para muchos, pero lo cierto es que no hace tanto que todo eso ocurrió.
Mi primera etapa con la lucha libre profesional había quedado enterrada en algún rincón de mi memoria. En mi infancia, entre los 6 y los 10 años, tuve la suerte de ser uno de esos afortunados que vivió la era dorada de la WWF (hoy WWE) en Telecinco, uno de los canales más importantes del país. Figuras como Hulk Hogan o el "Último Guerrero" (Ultimate Warrior), acompañadas por las míticas voces de Héctor del Mar y José Luis Ibáñez, marcaron un antes y un después para muchos, incluido yo. Para el público latino, Héctor y JL eran el equivalente local de Carlos Cabrera y Hugo Savinovich, pero con una intensidad y carisma concentrados en un solo país. Telecinco dejó de emitir WWF años más tarde y aquellos días no fueron solo entretenimiento: fueron el inicio de una pasión que, aunque pareció apagarse durante un tiempo, acabaría por encenderse de nuevo con más fuerza que nunca.
Volviendo a 1999, cuando ya tenía 16 años, todo eso había desaparecido. En mi cabeza tenía otras aficiones y preupaciones, las que tiene habitualmente un chaval adolescente en el instituto. Sin embargo, todo eso cambió de golpe gracias a Iván López, uno de mis mejores amigos. Iván y yo habíamos hecho muy buenas migas, y en una clase de informática, si mal no recuerdo, me comentó: "¿tú veías lucha libre?". En ese momento, una serie de recuerdos se me vinieron a la cabeza y mi respuesta fue tibia: Sí...".
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Siendo fan de la WWF a principios de los años 90 en Telecinco, de golpe y porrazo desapareció todo. Y nunca olvidaré, allá por el año 2000 o así, cuando todavía no estaba en edad de salir, pero sí de quedarme hasta tarde viendo la tele un sábado por la noche… y de repente, casi ocho años después, veo a Hulk Hogan vestido de negro. El lunes siguiente fue como algo destinado: a la primera persona que se lo comenté, se creó una conexión inmediata. No hacía falta decir nada más. Y a partir de ahí, todo empezó a fluir.
Iván me explicó que los sábados por la noche, en Telecinco, habían comenzado a emitir una serie de episodios de lucha libre de una empresa llamada WCW. No tenía ni idea de a qué se refería, pero hubo algo que me llamó especialmente la atención: “Hulk Hogan es malo”. ¿Cómo que Hulk Hogan es malo? ¿El héroe de mi infancia?, Bah, imposible. Por curiosidad, el siguiente sábado aguanté despierto hasta muy tarde. Y es que, sí, la lucha libre había vuelto a emitirse… pero muchos años después, y a altas horas de la madrugada. Finalmente, pude sintonizar WCW y, en efecto, Hulk Hogan era un personaje malvado. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Por qué no recordaba nada sobre la lucha libre? ¿Qué había pasado durante todos esos años? Descubrí todo eso -y mucho más- gracias a una página web, que precisamente me pasó Iván, a la que estuve enganchado durante días.
Esa web era WCW Latino, un portal latinoamericano con información sobre los resultados de WCW, aunque también incluía contenido de otras empresas. Gracias a WCW Latino comencé a informarme sobre los nombres de los luchadores de la compañía. Goldberg, Sting, DDP, Rey Mysterio... no tenía ni idea de quiénes eran. “¡Rick Steiner! Este me suena, debe ser uno de los míticos Steiners”. Y así con muchos más. Eso fue durante las primeras semanas, mientras iba descubriendo poco a poco el aspecto de esos luchadores misteriosos. El show de Telecinco no dejaba de ser un resumen de dos o tres combates de cada Nitro, doblados con un voice over voice bastante básico (si alguien conoce a esos dobladores, que me avise, por favor, me encantaría poder entrevistarlos). Más adelante, descubrí que todo formaba parte de un acuerdo con la mítica marca BANDAI, que había comprado los derechos de los artículos de WCW en España.
Lo cierto es que eso me llamó mucho la atención, y seguí investigando un poco más, pero todo pegó un giro cuando, un día con unos amigos, logré hacerme con una copia, para mi Playstation 1 pirata -lo reconozco, la tenía trucada-, del videojuego WCW Nitro. Visualizando el roster, me detuve en un personaje muy llamativo: Sting. "¡Vaya! Se parece demasiado a El Cuervo (personaje interpretado por Brandon Lee)". Recuerdo verlo en la pantalla y quedar hipnotizado. Volví a revisar los históricos de WCW Latino en casa de otro de mis mejores amigos de la infancia, Alberto Bastos, quien sí tenía Internet. Sting no era un luchador cualquiera, tenía mucha historia y había ganado muchos títulos. Pero, ¿por qué vestía como El Cuervo de Brandon Lee? Más adelante lo descrubriría.
En ese entonces, WCW ya estaba entrando en su etapa de retroceso. Habían superado a WWF durante un tiempo, pero el año anterior los ratings volvieron a girar en su contra. El producto seguía ofreciendo buenos combates e historias, pero lo que yo no sabía era que la empresa del norte había revolucionado la lucha libre con su etapa Attitude. Un detalle que, en ese momento, simplemente desconocía.
Convencí a Alberto para ver WCW en Telecinco, y aquel pequeño grupo que seguíamos el producto con entusiasmo creció con un nuevo miembro. Incluso, con Iván, llegamos a establecer una especie de ritual semanal los sábados por la noche en nuestra particular guarida: el Origginal's Club, un bar del barrio de Sants Montjuïc que era perfecto y apropiado para chicos de nuestra edad. Allí se gestaban conversaciones que iban mucho más allá del wrestling. Era el lugar ideal para comentar la jugada, compartir teorías, y también hablar de la vida. En aquel entonces, alucinábamos viendo a Rey Mysterio enfrentarse a rivales como Psicosis, Juventud Guerrera o Blitzkrieg. Un estilo frenético y espectacular que no habíamos vivido a principios de los años 90 y que nos tenía completamente enganchados. Cada semana era una sorpresa, un nuevo asalto de adrenalina... pero siempre nos quedaba una duda en el aire: ¿dónde estaba Sting? ¿Existía ese personaje realmente?
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El maldito Rey Misterio. Está claro que el momento en el que dije "cómo mola esto" fue cuando le vi por primera vez ejecutar un West Coast Pop en ese combate acrobático e inolvidable contra un Blitzkreig del que luego poco más se supo en esas migajas que nos ofrecía Telecinco. Ahí lo que era una afición bizarra compartida entre unos pocos amigos se convirtió en obsesión protagonizando tertulias y largas sesiones de juego a los mandos de la PSX comentando los combates que nosotros mismos jugábamos como habíamos hecho antes con los videojuegos de fútbol. Luego empezamos a descubrir a "el otro bando" gracias a clips sueltos de WWE (todavía WWF) que encontrábamos por Internet, y luego llegó un Invasion que en aquel momento sentimos como una película de los Vengadores con el choque de esos dos rosters.
La afición por las rivalidades, los personajes hell y la construcción de historias hasta el anhelado PPV del mes no había hecho más que empezar.
Finalmente ocurrió, The Icon apareció por primera vez en abril de 1999 (no recuerdo exactamente qué mes era en España, porque no lo vivíamos al día), justo antes del evento de PPV WCW Spring Stampede. Sting se dejó ver en los rafters del edificio y al final del show bajó desde lo alto para amedrentar a Hulk Hogan y compañía. Fue una vivencia fascinante y lo primero que hice fue llamar a Alberto. Sí, a las 3 de la mañana; su madre era una santa. Lo cierto es que nunca era una llamada en sí, de hecho eran conversaciones muy breves, pero las teníamos. Alucinábamos con lo que veíamos, cada uno desde su propia perspectiva: él más volcado en Rey Mysterio, y yo, desde ese momento, completamente atrapado por Sting. Aquella noche fue una locura. Grabé el show y lo vi a la mañana siguiente como diez veces. Mi pasión por la lucha había vuelto. Aún no lo sabía, pero Sting acababa de encender de nuevo una llama que llevaba años dormida. Como alguien dijo en un artículo anterior, Sting podría ser la madre de Solowrestling, y WCW Latino podría haber sido el padre (o viceversa, me es indiferente ese dato).
Poco a poco comencé a informarme sobre lo que se cocía en WCW, siempre a través de WCW Latino, aunque con el tiempo empecé a descubrir otros portales informativos. WWE tenía su web oficial, pero, siendo sinceros, tenía un aspecto bastante pobre, especialmente si la comparamos con los portales de hoy en día. En esos tiempos, no existían los medios como Fightful o PW Insider, y menos las redes sociales. Dave Meltzer ya tenía sus años ejerciendo como periodista especializado, pero todo eso todavía quedaba muy lejos.
Finalmente, Internet llegó a casa, y fue entonces cuando pude empezar a disfrutar de verdad. Descubrí que había un mundo enorme detrás de WCW. WWE contaba con grandes estrellas, e incluso llegué a saber de la existencia de ECW, una empresa con un estilo mucho más crudo y enfocado a un público adulto. Sin embargo, descargar vídeos en aquella época era una auténtica odisea. Las conexiones a Internet eran extremadamente lentas, no existía Youtube, y bajarte un simple clip de cinco minutos podía hacerte esperar más de una hora… si tenías suerte.
Pero valía la pena. Valía muchísimo la pena. Tanto, que en algún momento me hice una pregunta: ¿Y si yo también pudiera crear un entorno informativo sobre lucha libre? ¿Sería capaz de crear mi propio WCW Latino? Lo que ocurrió después podéis imaginarlo. Pero antes de eso… bastante antes de eso…sucedieron muchas más cosas, que os las iré explicando en los próximos episodios de este largo viaje.