Triple H: nadie es perfecto

Paul Levesque atraviesa el punto más bajo de popularidad desde su toma de mando

Triple H
Imagen: WWE.com
Sebastián Martínez
Sebastián Martínez
Publicado el 11/06/2025

Tras la salida definitiva de Vince McMahon, Triple H asumió el control creativo de WWE. Para los fans, supuso un soplo de aire fresco; para el vestuario, un auténtico alivio. Paul Levesque renació como líder dentro de la empresa, respaldado por su experiencia al frente de NXT, y se presentó como el arquitecto de una nueva era en la lucha libre, decidido a recuperar la mejor versión de WWE.

Sus primeros pasos no pudieron llegar en mejor momento. Vince dejó atrás un producto desgastado, marcado por decisiones erráticas y años de declive creativo. El “Jefe” había perdido el pulso de la industria y el público lo notaba. WWE comenzaba a generar rechazo, mientras All Elite Wrestling se posicionaba como una alternativa seria y refrescante. Pero cuando parecía que esa sería la nueva dinámica del negocio, la “nueva” WWE resurgió con fuerza. En cuestión de meses, cambió el rumbo con historias sólidas, una identidad renovada y el regreso de figuras clave como CM Punk y Cody Rhodes. Mientras AEW lidiaba con conflictos internos y un producto irregular, WWE recuperó terreno... y volvió a convertirse en el epicentro del wrestling americano.

Durante todo ese proceso, una idea se consolidó con fuerza: Triple H era el verdadero cerebro detrás del resurgir de WWE. Su gestión no solo fue celebrada por los resultados creativos, sino también por su trato humano y cercano. Numerosos talentos de la compañía no dudaron en expresarlo públicamente, destacando el ambiente renovado que se respiraba en los vestuarios. Una atmósfera mucho más saludable y estable, en claro contraste con los últimos años de Vince McMahon, marcados por el caos, la incertidumbre y decisiones que generaban más tensión que confianza. Todo encajaba y parecía que Triple H era el líder perfecto.

En 2024, comenzaron a aflorar algunas grietas en la gestión de Triple H. Algunas decisiones creativas improvisadas, cambios de última hora en las historias y declaraciones públicas algo desafortunadas -como su respuesta directa a luchadores de otras empresas, en especial el caso de Will Ospreay- dejaron entrever que no todo era perfecto en la nueva WWE. A eso se sumaron algunas salidas del talento que generaron cierta incomodidad interna. Aun así, la llegada de Netflix al ecosistema de WWE parecía justificar cualquier tropiezo: 2025 prometía ser un año histórico, con la esperada gira de retiro de John Cena en el horizonte y un nuevo escenario global por conquistar.

Finalmente, 2025 ha expuesto con claridad las debilidades de Triple H. Sin ánimo de responsabilizarlo por completo del deterioro creativo que atraviesa la empresa -especialmente cuando algunas decisiones cuestionables parecen venir desde otros altos mandos de TKO, cuyos nombres no entraremos a mencionar-, lo cierto es que Paul Levesque ha terminado arrastrado por una corriente negativa que, durante años, pareció esquivar. El punto más bajo llegó el pasado fin de semana, cuando tuvo en sus manos la oportunidad de reconocer el error de haber dejado marchar a R-Truth. No lo hizo. Dudó, evitó la autocrítica, y lo pagó caro. Ni R-Truth ni su entorno guardaron silencio, y eso encendió las alarmas. Cada vez más voces cuestionan si Triple H sigue siendo capaz de gestionar un vestuario tan amplio y diverso como el que tiene hoy WWE, o si aquella imagen de líder respetado y cercano ya pertenece al pasado.

Triple H deberá afrontar este asunto en un entorno cada vez más tenso, donde -pese a los discursos oficiales- parece evidente que hay una lucha de egos constante tras bambalinas. Aún conserva gran parte de la autoridad y respeto que lo impulsaron en sus primeros meses al mando, pero las circunstancias han cambiado, y el peso de tantas variables empieza a notarse. La presión es palpable. Lo cierto es que, ni entonces merecía tantos elogios desmedidos, ni ahora justifica el rechazo que empieza a generarse en su contra. Es el precio de ser la cara visible de una maquinaria compleja: cuando todo va bien, eres el arquitecto del éxito; cuando se tuerce, te conviertes en el blanco perfecto. Y eso, precisamente, es lo que le está ocurriendo hoy a Triple H. ¿Perfecto? No lo es ni él ni nadie.

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