Gracias, Hogan: Hulkamanics will love you forever

Cómo Hulk Hogan cambió mi vida y encendió la chispa de mi pasión por la lucha libre

El combate que me hizo amar el wrestling: mi primer encuentro con Hulk Hogan

Hulk Hogan
Imagen: WWE.com
Gabi LA VEU Ribera
Gabi LA VEU Ribera
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El 1 de abril de 1990, en Toronto, mi vida cambió para siempre aunque yo todavía tardaría tiempo en descubrirlo.

Las primeras televisiones privadas empezaban a emitir en España, aunque no en todos los hogares se podían ver y el mío no fue de los primeros. Para entonces, en el colegio (estaría yo en mis 13 primaveras) se hablaba y mucho de Pressing Catch, el nombre con el que conocimos muchos el wrestling por obra y gracia de Tele 5 cuando empezó a emitirse en España.

Pero no fue hasta que se adaptó la antena de televisión de mi comunidad que pude sintonizar “la pantalla amiga” (así se autodefinía esa cadena). Fue entonces cuando mi amigo Rogelio me dijo: “Tienes que ver el Hulk Hogan vs. Último Guerrero, que lo dan este fin de semana.” En esa época, la programación de la WWF (como se llamaba entonces) se veía aquí con unos dos meses de retraso pero sin spoilers (ni existía la palabra) por internet (que tampoco existía como lo conocemos hoy). Supongo que sería un sábado por la tarde cuando me senté en el sofá a ver eso del Pressing Catch de lo que tanto oía hablar en el patio del cole y a descubrir esos personajes que se habían convertido en los nuevos héroes de mis compañeros de clase.

No daba crédito a lo que veía. Un estadio repleto de aficionados enloquecidos con carteles y camisetas de esos dos colosos musculados que parecían recién salidos de las páginas de un cómic. Dos superhéroes de carne y hueso. El primero, con una melena larga y pintura en la cara y el pecho, más joven, era campeón intercontinental (entonces no sabía bien qué significaba eso), El Último Guerrero lo llamaban. El otro campeón, mundial, rubio, algo mayor, ya perdiendo pelo pero con un bigote rubio a juego con su media melena dorada y bañador amarillo: Hulk Hogan. Tuve una sensación de déjà vu importante (supongo que por Rocky III) y tomé partido por él. Amor a primera vista.

Viví ese combate con la misma pasión que lo estaban viviendo las casi 70.000 personas que abarrotaban el SkyDome. La suspensión de la realidad del neófito (así se debería vivir siempre el wrestling) no me hizo pensar en que todo eso estaba grabado hacía meses. Olvidé por completo todo lo que mi padre (gran aficionado a la lucha libre en los buenos años del Price) me había contado sobre la “veracidad” de lo que estaba viendo.

Mi nuevo ídolo perdió ese combate, pero ganó mi corazón. Para siempre. Conceptos como el de false finisher, árbitro KO o pass the torch tardaría tiempo en descubrir qué significaban, pero el wrestling ganó un adepto para siempre.

Ese día, Hogan encendió una chispa en mí que prendió un incendio que, 35 años más tarde, sigue descontrolado.

35 años en los que el mundo ha cambiado. En los que he conocido a gente que sin ese combate no hubiese conocido. Años de ver wrestling, conocer el deporte, vivirlo presentando eventos, narrándolos por TV... Hogan y ese combate marcan mi vida personal y profesional. Los años, los libros, internet… el mundo cada vez gira más deprisa, pero la perspectiva del tiempo y el conocimiento acumulado te hacen ver que sin Hogan la WWF no hubiese tenido la explosión a nivel mundial que tuvo. Hogan cambió el negocio. Él es al wrestling lo que Pelé al fútbol, lo que Jordan al basket, Elvis al rock o Michael Jackson al pop. Hay un antes y un después. Sin él, hoy no estaría yo escribiendo sobre su legado. Sin él, el wrestling seguiría siendo un espectáculo más o menos local en el que otros muchos grandes del deporte que nos apasiona hubiesen tardado décadas en llegarnos y nunca hubiese sido así.

Podría hablar de mil momentos clave en el desarrollo de negocio: del nacimiento de la Hulkamania cuando Hogan se ciñe su primer cinturón de campeón de la WWF derrotando a Iron Sheik, de Japón, del Rock ’n’ Wrestling, del icono pop de los 80, del nacimiento de la WrestleMania, de su paso por la WCW y la NWO (el más amado se reinventó en el mayor turn heel de la historia), de su regreso a la WWE, de su combate contra The Rock en WrestleMania X8 (curiosamente, dos de sus combates más épicos fueron sendas derrotas, siendo justamente acusado de abusar de su cláusula de creatividad), de su paso por el cine y la TV… de mil momentos en los que The Immortal escribió la historia del wrestling. Todos ellos (y los que obvio por razones de espacio) convirtieron un show americano en el fenómeno global que conocemos hoy en día.

Obviamente escribo desde el corazón. Terry Bollea tuvo sus problemas, su vida, sus claroscuros… ¿y quién no? Toma lo bueno o lo malo, pero sin Hulk Hogan, hoy no estarías leyendo esto. Hogan fue la pieza clave para que el wrestling se convirtiese en lo que es hoy en día. En sus victorias, Hogan señalaba al cielo, a sí mismo y al suelo, queriendo decir: “Sin ti (Dios), yo no estaría aquí.”. Sin Hogan, nosotros tampoco.

Gracias, Brother. La Hulkamania vivirá para SIEMPRE.

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